13 de Noviembre de 1998. Ese fue mi día de suerte. Aunque luego llegué a la conclusión de que la “suerte” se gestó desde meses y meses atrás, y que Diosito había preparado todo a través de varios mini milagros o dioscidencias, que puedo clasificar en tres: Lugar, Contacto, y Día de Suerte.
LUGAR: Yo había empezado a hacer mi servicio social en la Sría. de Promoción Económica, pero pronto me dí cuenta de que no era lo que yo esperaba. Sin muchas esperanzas (ya que en la Universidad me habían dicho que no habría cambios) me presenté con una persona que quizá podría ayudarme a cambiarme. Esta persona, de forma simple, sólo me preguntó que a dónde quería cambiarme. Sorprendida ante la sencillez del trámite, de pronto se me vino a la cabeza el nombre “Fiestas de Octubre”, y lo pronuncié antes de poder pensarlo. Ella hizo el papeleo en menos de 5 minutos. Yo estaba en shock. Ni siquiera sabía dónde estaban las oficinas del Patronato, y cuando me dijo que estaban en el Auditorio Benito Juárez casi me desmayo, porque era muy lejos de mi zona normal de actividades. Ya me dio pena decirle que siempre no, y salí de ahí tratando de entender porqué pedí esa institución que nunca había considerado y de la que no sabía nada.
CONTACTO: Ya en Fiestas, comencé apoyando en Dirección General, pero luego, gracias a la generosidad de Alejandra, la asistente del Director, pude pasar al área de Promoción que recién se abría, teniendo al frente a Elsa Cervantes. Trabajé con ella más de seis meses, convivencia que permitió que Elsa y yo nos hiciéramos buenas amigas. Durante las Fiestas, a pesar del ajetreo, hubo oportunidad para que Elsa me presentara a casi toda su familia: comimos en uno de los restaurantes de la feria con sus papás; con su hermana Hilda fui al Palenque a ver a Alejandro Fernández; su sobrino Micky frecuentemente estaba en la oficina y Héctor su hermano pasaba a recogerlo. Total de que conocí a todos… excepto a su “otro hermano”, Daniel, porque él no iba al Auditorio; y cuando yo iba a su casa a llevar o recoger a Elsa, nunca coincidíamos.
Se estaba terminando mi tiempo en Fiestas y yo dejaría de tener contacto diario con Elsa, además que tenía que concentrarme en los últimos meses de la carrera, la tesis y la planeación de mi viaje a Chile, que yo quería aprovechar para explorar la posibilidad de quedarme a vivir allá y comenzar a trabajar; aunque también quería ver la opción de irme a estudiar una maestría a España. Para esto, a mis 26 años, yo había cerrado capítulos románticos anteriores y no veía ningún prospecto viable en el horizonte, así que alegremente pensaba enfocarme sólo en mi carrera y en todas las posibilidades que tenía abiertas para su arranque.
DÍA DE SUERTE. El 15 de Noviembre se terminaba mi contrato en Fiestas de Octubre. Ese día caía en domingo, así que mi último día de trabajo sería el viernes 13. Y ese día fue EL DÍA.
Estábamos trabajando en la oficina, terminando el informe, cuando Elsa recibió la llamada de un amigo suyo que también se dedicaba a la promoción, y que trabajaba para una empresa tequilera. A él se le había descompuesto su “mirage” (stand promocional) y desde principios de semana había buscado a Elsa para que le prestara el de Fiestas de Octubre, que era de color negro liso y que se podía adaptar a cualquier producto. Elsa le había dicho que el patronato no “prestaba”, sino que con gusto se lo podía rentar en cierta cantidad. El no había querido pagar, y durante la semana buscó otras opciones, ya que su evento sería el viernes por la noche. Pero esa llamada por la mañana del viernes fue para darse por vencido, así que se pusieron de acuerdo y él se llevó el mirage. Por la tarde, este buen hombre, (del que no recuerdo su nombre y que no se imagina que influyó de manera determinante en mi destino) le llamó y le dijo que no podría entregarlo de vuelta cuando se terminara el evento, que si podría enviar a alguien por él al Salón Fiesta Guadalajara. Para esto, ya era tarde y no había vehículos ni personal disponibles, así que me ofrecí a llevar a Elsa a recogerlo en mi auto. Como el evento se terminaría después de las 9 de la noche, saliendo de la oficina invité a Elsa a mi casa mientras esperábamos que fuera hora. Ahí ella conoció a mi familia, a mis papás y mis hermanas. (Y ese encuentro ayudó a que, más tarde, aceptaran muy bien al “hermano de Elsa” como mi novio).
Luego pasamos al salón a recoger el mirage, lo desmontamos y lo echamos en la cajuela de mi auto. Para entonces era tarde, después de las 10 de la noche, y Elsa me dijo que ya no le parecía adecuado regresar a la oficina del Auditorio para dejar el equipo, que mejor me lo llevara a mi casa y que el día que pudiera pasara al Auditorio a dejarlo, o si no, que ella enviaría a alguien a recogerlo. Yo pude haber aceptado, (y no sé qué habría pasado conmigo y mi futuro), pero me quedé pensando que el mentado mirage era bastante caro (más de $30 mil pesos) y que sería un riesgo traerlo en mi cajuela o dejarlo en casa donde se podría dañar, así que mejor le propuse llevarla a su casa y dejárselo ahí. Ya ella podría pedir un vehículo del Patronato para cargarlo para allá. Ella aceptó y ahí se selló el destino.
Llegamos a su casa y ella me dijo que entraría a pedirle a alguno de sus hermanos que nos ayudara. Yo ya estaba forcejeando para sacar las enormes cajas de la cajuela cuando apareció Daniel para ayudarme. “Mira, -me dijo Elsa-, él es mi hermano Daniel, el único que te faltaba conocer”. “Mucho gusto”, dijimos ambos.
…No, no vayan a pensar que el flechazo fue instantáneo, que sentimos caer un rayo, que oímos musiquita y caímos uno en brazos del otro… no, no fue así… por lo menos no en ese momento.
(El enamoramiento sucedió algún tiempo después, en la puerta de un avión… pero esa, es otra historia)
Terminamos de bajar las cajas, y luego Elsa y yo nos despedimos con mucho sentimiento porque ya no volveríamos a trabajar juntas –eso pensábamos- y quedamos de llamarnos y enviarnos mails pronto. Me despedí de Daniel y subí al auto. Cuando voltee a ver su casa por última vez antes de arrancar, espontáneamente pensé: “Ojalá Elsa me invite de nuevo a su casa… para volver a ver a su hermano”.
Y entonces, ahí, en ese momento, ocurrió lo extraordinario: escuché una voz dentro de mí que claramente dijo: “Dentro de un año estarás planeando tu boda”. Y al mismo tiempo tuve una visión: llegar a esa casa, la casa de mi amiga Elsa, con niños en el auto, que se bajaban corriendo alegremente para entrar a esa casa.
Fue cosa de segundos y me desconcertó, pero cuando llegué a la esquina ya empezaba a preguntarme si de verdad había ocurrido. Con un poco de susto, decidí que habían sido imaginaciones mías, y no quise pensar más en ello.
Los siguientes días me enfoqué al 100% en la escuela que estaba por terminar, y casi había olvidado lo ocurrido. No fue sino hasta después de un par de semanas que llamé a Elsa para saludarla. Luego de las preguntas sobre el trabajo, la escuela, etc., ella me dijo, “Oye Claudita, mi hermano Daniel ha estado insistiendo en que le de tu número telefónico para invitarte a salir. Pero quise mejor preguntarte primero. ¿Cómo ves, se lo doy?”
El resto es historia. Una historia que comenzó ese 13 de noviembre de 1998, el día en que más suerte he tenido en mi vida.
Y sobre la visión que tuve… sí, efectivamente un año después, exactamente el 13 de noviembre de 1999, recibí anillo de compromiso y comenzamos a planear nuestra boda. Y por supuesto, años después, hemos llegado muchas veces a esa casa y los niños se bajan corriendo a saludar a su tía Elsa y a sus abuelos. ¿Curioso, no?