"Cuando plantamos una semilla de rosa en la tierra, nos damos cuenta de que es pequeña, pero no la criticamos ni la despreciamos por no tener raíces ni tallo. La tratamos como una semilla, y le proporcionamos el agua y los nutrientes que necesita como semilla.
Cuando recién asoma un brote de la tierra, no lo condenamos como inmaduro o no desarrollado, ni tampoco criticamos los botones por no estar abiertos cuando aparecen.
Nos quedamos maravillados por el proceso que está sucediendo, y le damos a la plantita el cuidado que necesita en cada etapa de su desarrollo.
La rosa es una rosa desde el momento en que es una semilla, hasta que marchita y se seca. Dentro de ella, en todo momento, contiene todo su potencial.
Parece estar constantemente en un proceso de cambio, sin embargo, en cada estado, en cada momento, está perfectamente bien como está.
Una flor no es mejor cuando florece que cuando es aún simplemente un brote. En cada etapa es lo mismo: una flor en el proceso de expresar su potencial".
W. Gallway Timoteo (Traducción libre mía)
Este texto me llegó en un momento en que la responsabilidad como mamá me está agobiando. Mis dudas acerca del correcto desarrollo de mis niños, sobre todo del más pequeño, me han tenido preocupada desde hace algún tiempo. Gracias a Dios mis niños están completos y sanos dentro de lo que cabe. No tengo que enfrentarme a alguna situación de discapacidad u otros problemas graves. (Deveras que Dios no le da a uno más de lo que puede cargar) Sin embargo, sí es necesario un trabajo especial con el niño. Pero tengo muchas dudas. Mi inseguridad se traduce en impaciencia, y las comparaciones con el desarrollo de otros niños no me alientan mucho.
Frecuentemente digo: "Yo quisiera que mi hijo (......)" (pon ahí cualquier sueño materno para un niño de 6 años de edad). Pero, por un lado me siento culpable por tener expectativas diferentes a lo que él es en realidad; y por otro lado, me pregunto si le estoy dando la ayuda adecuada y suficiente para que se desarrolle bien.
Este texto me tranquiliza un poco. Obvio, su papá y yo somos responsables del desarrollo de los niños, y les proporcionamos lo que necesitan, les cuidamos del sol, los abonamos, y sí, les "arrimamos tierrita" cuando hace falta... pero a fin de cuentas ellos, dentro de sí mismos, tienen todo el potencial para ser... lo que deben de ser.
Mientras tanto, "en cada estado, en cada momento, están perfectamente bien como están".
Esto me recuerda que mi labor como mamá no es urgir o forzar su desarrollo. Es estar cerca, observando. Intervenir cuando sea necesario, pero principalmente disfrutar de la maravilla del proceso. Confiar en el Jardinero Divino. Estar seguros en que les estamos dando buenos nutrientes físicos, emocionales y espirituales, saber que están en una maceta adecuada, y el clima es propicio, pero sobre todo, confiar en que la semilla es buena, y que del rosal sale la rosa.
Al tiempo.
Nomás necesito paciencia y sabiduría (¿dónde las venderán?).
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