Efectivamente, Andy y yo nos graduamos el mismo día. Hoy hace nueve años ya.
Ella, de mi "hijita", y yo, gracias a ella, me convertí en "Mamá".
Nunca me imaginé que contar con semejante "título", por muy importante y rimbombante que suena, no refleja en realidad lo complejo que es "ejercer" en esta profesión tan común de la maternidad.
Ser mamá es un gran privilegio... y una escalofriante responsabilidad. Alguien me dijo alguna vez que los niños eran como plastilina en las manos de los papás: podrían tomar la forma de lo que uno haga con ellos. Eso puede parecer una frase ligera, y tomarse de esa forma, pero pensándolo bien, es una responsabilidad enorme! Andy formará su personalidad en base a lo que le rodea, sobre todo, de lo que vea en MÍ, ya que soy su referente femenino... y ahí puede estar el problema, ya que disto mucho de ser un modelo ideal... de hecho, algunos razgos de su carácter son calcas de los míos y no todos son precisamente muy buenos... Por tanto, de la misma forma como me lleno de orgullo y me siento como pavorreal cuando demuestra su inteligencia en la escuela, cuando lee un libro, o cuando diseña con crayolas unos mini-trípticos para que sus Barbies elijan el destino de sus vacaciones (hija de Mercadóloga Publicista tenía que ser); de la misma forma reconozco y me avergüenzo cuando se comporta en forma negativa... usando palabras y ademanes que no puedo negar que son míos...
Ese es el "truco" de la maternidad, que la congruencia se tuerce muy seguido. Imposible decirles: "haz lo que yo digo, no lo que yo hago". Y cuando se agrega a la ecuación el amor inconmensurable de la madre, que es muy propenso a los chantajes de esos ojitos tiernos, se empeora la situación! Esa es la lucha diaria de la educación de los niños...
Alguien me contó que hay una versión de la leyenda de "Cupido", en la que este "Dios del amor" es en realidad el alma del primogénito de la pareja, que hace que se enamoren para poder nacer y completar esa pareja haciéndolos padres. Si es así, querida hijita, gracias a tí por darme a tu papá, y gracias a tu papá por hacerme mamá de tan maravillosa niña.
Es un hermoso regalo de Dios, tan parecida y a la vez tan diferente a mí, tan comprometida con su tiempo, tan dispuesta a defender su infancia y tan cercana a mi corazón.
Así que, ¡Feliz Cumpleaños, querida hijita! Te adoro con todo mi corazón. Y Felicidades también para mí, que cumplo nueve años de haberme graduado y de estar ejerciendo la hermosa, compleja, enorme, feliz, angustiante, intimidante, maravillosa y plena profesión de la Maternidad!
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